Sunday, November 05, 2006

05 de noviembre de 2006
Hoy, desde aquí, entono el mea culpa y prometo reflexionar. Leo a uno de los grandes y me siento señalado: "Como cualquiera puede colgar sus criterios o dicterios en la red, hay una generación que supone que todos valen por igual. La necesidad de argumentar las opiniones es vista como una especie de culpable elitismo: tengo tanto derecho como cualquiera a decir lo que pienso... pero nadie puede exigirme que lo fundamente, eso queda para los empollones o los que quieren comernos el coco".
Es cierto, esto de la red ha permitido que todos tengamos acceso a expresarnos sin necesidad de pertenecer a la intelectualidad que desde uno y otro campo de las ideas han manejado el bien, el mal, lo moral, lo ético. Con la red se nos permite a los no intelectuales tener la misma oportunidad que ellos de proclamar nuestro bien, nuestro mal, nuestra moral o nuestra ética. También, es cierto, que lo proclamamos sin argumentarlo; puede ser porque no tengamos argumentos, no tengamos mecanismos psicolingüísticos para expresarlos o no poseamos de la suficiente abstracción de ideas y pertenezcamos solo al mundo de los conceptos concretos. Lo dicho: prometo reflexionar, no sé si para dejar de escribir en la red, si para hacerlo argumentando o si para continuar haciéndolo como hasta ahora sin ningún tipo de base moral, ética o científica (es una posibilidad que nos ofrece la democratización internauta).
Este mismo -grande de las letras y no lo digo irónicamente-, en su cruzada anti-identitaria escribe: "Pero las identidades se vuelven asesinas cuando quieren ser exclusivas (...), excluyentes (...) y reduccionistas (...). Los creyentes en estos peligrosos espectros identitarios (...) son de dos clases: alarmistas (...) y beatos (...). En semejante oleaje, los mestizos étnicos e ideológicos de toda laya -es decir la sal y única esperanza de nuestro atribulado planeta- combaten contra las comunidades obligatorias y si se les arrincona confiesan valientemente: "yo no soy de los nuestros".
Sintiéndome mestizo étnico e ideológico yo también puedo afirmarle a este grupo: "yo no soy de los nuestros", sobre todo, si en la argumentación caemos en la misma tentación que los identitarios y creemos ser la "sal y única esperanza de nuestro atribulado planeta". La esperanza de nuestro atribulado planeta está en la convivencia y aceptación del otro por parte de los identitarios alarmistas, de los identitarios beatos y de los mestizos étnico e ideológicos.

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